Es probable que el archipiélago fuera descubierto ya en el siglo II A.C. pues hasta esa época se remontan los comienzos de la historia documental de la navegación, con los fenicios como protagonistas. Hacia el año 600 A.C. un grupo de fenicios a las órdenes del Faraón egipcio Nekó II circunnavegó Africa y es posible que hubieran visitado Canarias, pero no consta ninguna prueba escrita.
Los primeros testimonios científicos sobre el archipiélago Canario que prescindieron de consideraciones mitológicas se remontan a los romanos, sobre todo al historiador Plinio El Viejo, que en su obra Historia Natural fue el primero en dar una descripción creíble de Canarias.
Tras la caída de los imperios Griego y Romano, las islas se sumieron entonces, como la Bella Durmiente, en un letargo que duró siglos y no sería hasta mucho más tarde, en el siglo XIV, cuando fueran despertadas de nuevo y el mundo las descubriera, esta vez para siempre.
Las islas, antes de la Conquista, estaban habitadas por una población posiblemente de origen norteafricano, sumida en el Paleolítico, aunque con ciertos atisbos de una cultura ligeramente superior en lo que se refiere al aspecto religioso y artesanal. Los antiguos pobladores vestían toscamente con pieles y tenían un gusto especial por los adornos. Trabajaban el barro, y sus lanzas, añepas, acababan en afiladas puntas naturales de piedra volcánica. En el aspecto religioso, enterraban cuidadosamente a sus muertos, momificándolos. Y todo apunta a que ignoraban completamente el arte de la navegación.
Cuando los conquistadores españoles llegaron a Tenerife, la isla estaba repartida en nueve pequeños reinos o menceyatos, al mando cada uno de un monarca o mencey, a quién asesoraba una asamblea de ancianos. La conquista del archipiélago se había iniciado formalmente en 1402, con las incursiones de Jean de Bethencourt y Gadifier de la Salle en nombre de Enrique III en Lanzarote, Fuerteventura y El Hierro, tierras que anexionaron con cierta facilidad al Reino de Castilla. Fernán Peraza hizo lo propio en La Gomera.
Tenerife fue la última que se conquista para los Reyes Católicos. La lucha aquí es sangrienta y los españoles comandados por el adelantado Alonso Fernández de Lugo sufren alguna que otra derrota espectacular, como fue la de La Matanza en 1494. Un año después, Fernández de Lugo regresa con un nuevo ejército y cambia la suerte en el campo de batalla. Algunos menceyes se alían con los invasores y en 1496 finaliza la conquista de Tenerife y con ella, la de Canarias.
Durante la forzada entrada de las islas en la Historia de España y aún cuando dura la lucha en Tenerife, Cristóbal Colón recala en La Gomera, procedente de Palos, antes de continuar su providencial ruta hacia las Américas.
A lo largo del tiempo, Canarias ha estado unida a América como paso obligado de las naves hacia el Nuevo Continente. Los Canarios participaron activamente, como colonos, en el nacimiento de naciones y ciudades. Fueron familias isleñas las que fundaron ciudades como Montevideo o San Antonio (Texas).
El Comercio exterior y la riqueza agrícola del archipiélago con sus vinos de Malvasía se convirtieron en los más famosos y apreciados del mundo.
La situación estratégica de las islas convocó, en los siglos XVI y XVII, una afluencia variopinta y cosmopolita compuesta por Españoles, Portugueses, Ingleses y Holandeses.
Pero por idénticas razones, el archipiélago estuvo en constante punto de mira de piratas y potencias extranjeras. En 1797 el Almirante Nelson trata de tomar, con sus naves, Santa Cruz de Tenerife. Fue derrotado por el general Gutiérrez y pierde un brazo en la batalla. Las cartas y los obsequios que se cruzaron los mandos de las tropas combatientes, antes de que Horacio Nelson abandonara las aguas Tinerfeñas, fueron un testimonio del carácter hospitalario y cordial de los isleños, incluso en la guerra.
A través de toda su historia, las Islas Canarias, debido a su situación geográfica, han mantenido ciertas particularidades económicas y administrativas con respecto al resto del territorio nacional. En épocas recientes estas diferencias se plasmaron en la ley de puertos francos de finales del siglo XIX (1872), en la creación de los Cabildos Insulares, que vienen a ser una especie de gobiernos insulares (1912) y con la puesta en marcha de la Ley de Régimen Económico y Fiscal Especial (REF) para el archipiélago.
En 1982 Canarias se convierte en Comunidad Autónoma y en 1986, se integra, con el resto del Estado Español, en la Unión Europea a través de un modelo diferenciado.