Conjunto Histórico de Arona

El Conjunto Histórico de Arona, fue declarado Bien de Interés Cultural por el Consejo del Patrimonio Histórico de Canarias el 8 de Marzo de 2007. Tal declaración se fundamenta en el número de las construcciones conservadas, en su tipología, en sus singularidades, en su evolución desde el siglo XVIII y en la conservación de una misma trama urbana constituída por núcleos importantes de población en zonas rurales, calles, plaza, iglesia y otros servicios comunes que participan de la sencillez de la casa rural, tal es el caso del casco de Arona.

Arona, su núcleo urbano, fue creciendo poco a poco desde la época de la conquista hasta finales del siglo XVIII, con la segregación del municipio de Vilaflor. Hasta esas fechas, sus dispersos núcleos de población, la escasez de agua y suelo y la climatología, condicionaron su desarrollo.

Una escritura efectuada en Vilaflor en 1625 hace referencia a Antón Domínguez, “el Viejo”, al que se le adjudicaron casi todas las tierras desde Los Cristianos hasta Los Quemados. Su hijo se establece en las “casitas de Altavista” y dada la lejanía del núcleo de cabecera, dispuso la construcción de la ermita de San Antonio Abad. El tamaño de la citada ermita y sus diversas obras de reparación nos hablan del escaso número de fieles, por lo tanto, como conclusión lógica del escaso desarrollo constructivo del casco entre los siglos XVI y XVIII.

En torno a ella se irán articulando diferentes construcciones. Su evolución posterior nos dejará legados de arquitectura civil, bien conservados en la actualidad, con las características propias de la casa tradicional canaria, desde su vertiente popular por una parte y por la otra, desde las formas algo mas complejas, más llamativas, que muestran el poder de la burguesía, incluso con elementos aristocráticos.

En Arona tenemos ejemplos de viviendas tradicionales con varios tipos de casas, de una planta, con patio trasero o sin él, de dos plantas, con patio trasero, galerías interiores y con balcón o sin él; se adecuarán a los materiales disponibles en el medio circundante y a los recursos económicos con que se cuentan, así, de modo más frecuente, la piedra seca basáltica, la mampostería, el barro, la toba, la loza, la cal y la madera de tea son los más empleados.

En el siglo XVIII, las viviendas más pobres siguen manteniendo el modelo del siglo anterior, donde se sigue observando la misma irregularidad en la distribución de los huecos. La arquitectura señorial se define mediante casas de dos pisos, guardando las ventanas del piso superior un orden estricto con los huecos del piso inferior, lográndose así una distribución ordenada y simétrica en muchos casos. Se destaca el arraigo en el empleo de la madera.

En el siglo XIX, la influencia neoclásica va acentuando estas características y en Arona mantiene los mismos esquemas, lo que seguirá dando su unidad al conjunto de las construcciones.

El núcleo capitalino, por sus funciones administrativas y políticas, concentrará a los vecinos de mayor capacidad económica hasta bien entrado el siglo XX, con el cambio de modelo agrario al sector turístico. Estos estructurarán el pueblo en torno a la plaza de la Iglesia y a cuatro calles principales con viviendas espaciosas que se organizen en general en torno a un patio interior con corredores a las que van a dar las diferentes habitaciones.

Los edificios son de una o dos plantas, cubiertos mediante el sistema de azotea o tejado a dos aguas, mezclándose a veces en la misma construcción los dos tipos. En muchos casos las cubiertas de azotea se utilizan para las partes más nobles de la casa, mientras la teja se reserva para la cocina, gañanía o pajares y graneros.

La utilización de la madera de tea, como elemento constructivo o decorativo en vigas, techumbres, pisos y escaleras es una de las constantes en esta arquitectura, así como emplear losas de piedra para los suelos del primer piso.

En cuanto a las fachadas, destacar como principal característica la sobriedad y sencillez de las mismas, faltando un elemento muy típico en otros lugares de Canarias, como es el balcón, lo que acentúa la originalidad del conjunto de Arona. Cuando se busca romper con esa homogeneidad, se hace por medio de losas de piedra en los paramentos, en torno a los vanos o en las esquinas del edificio, o en la construcción de ventanales de amplias cristaleras, en ocasiones de guillotina y con rectos contrafuertes; asimismo, es frecuente el empleo de antepechos de cojinetes para las ventanas, apareciendo estos elementos también en los grandes portalones.

En Arona cabe destacar, como hicimos al principio, la importancia que en su entorno más cercano tienen las tipologías asociadas a la arquitectura rural de viviendas aisladas, vinculadas a las labores del campo. Se caracterizan por: su sencillez, planta rectangular o en forma de L, estancias separadas en torno a un patio, semicubierto a veces, cubierta a dos y cuatro aguas, empleo de teja árabe, dependencias anejas para el ganado y materiales, aljibe, patio, bancos de piedra, como los principales.

El aumento de las posibilidades económicas, como ya hemos visto, llevó a que las viviendas sencillas se ampliaran a dos plantas con escalera exterior que conduce al piso alto a través de un descansillo a modo de balcón. Este tipo de vivienda sería el que se localiza en las distintas fincas rústicas. En el caso de Arona, algunas se encuentran muy próximas al núcleo de población principal, convirtiéndose en ocasiones en la residencia de los medianeros, mientras los propietarios vivían en el citado núcleo.

Este tipo de vivienda tradicional da muestras de unos niveles de riqueza importantes, tanto por la amplitud y los materiales de la misma como por las piezas anejas, como lagares, hornos, pajares; es frecuente la existencia de graneros, para la conservación de cereales y frutos, ubicados, como hemos señalado, en la parte superior de la casa.

Hoy en día, a modo de conclusión, aunque hayan variado algunos nombres de calles, el casco de Arona ofrece una interesante concentración en el entorno de la Plaza del Santísimo Cristo de la Salud, con la Iglesia de San Antonio Abad, donde convergen Domínguez Alfonso y sus destacadas viviendas, esta parte de la retícula urbana, se completa con la calle Duque de la Torre y las transversales de La Luna y del Medio, así como la José Antonio Tavío, con El Calvario, a las que hay que sumar otras manifestaciones arquitectónicas en la periferia. Todas ellas dignas de ser protegidas, en su conjunto, dada la homogeneidad que, en las distintas tipologías y a lo largo de los siglos se ha producido. Además, hasta épocas muy recientes, la uniformidad de la estética de las construcciones hace aumentar el valor a proteger.