Un mendigo despierta desorientado sobre el escenario de un teatro. Una pequeña sorpresa le espera allí: el público ha vuelto al patio de butacas. Yiyo Alonso, dirigido por Pedro A. Martín, construye un personaje noble, hermoso, que se comporta dignamente sobre las tablas, en un esfuerzo creador comprometido con las circunstancias en que se encuentra. Desde el principio aprende a andar, a hablar, a ver, a actuar…, y aparece un flujo de energía que busca conectar con los espectadores, un ejercicio contenido de gestualidad, emotivo en su propósito, intangible en sus intenciones: un Bululú, un actor solo, único intérprete de loas o pequeñas comedias que intenta crear diversión.